Cuanto más crecen las separaciones intra-familiares, más oímos hablar de expresiones como "parentalidad conflictiva". ¿En qué consiste y cómo evitarla?
Ya hemos renunciado a ser perfectos/as. Ya hemos entendido que la educación, crianza y maternidad/paternidad perfectas no existen, y que, en definitiva, se hace lo que se puede. Ahora bien, de esta aceptación de la incertidumbre a ejercer una parentalidad conflictiva media un universo. Por esto, quizás en ser papás y mamás prime la máxima "más que beneficiar, se trata de perjudicar lo menos posible".
Yo, personalmente, no estoy muy de acuerdo. Pienso de verdad que la pater-maternidad ejercen una influencia poderosa en las bases de la personalidad y hábitos del niño/a, y, sobre todo, una función poco reconocida pero a mi entender crucial como es la de "creadores de recuerdos". De recuerdos que, por cierto, perdurarán durante toda la vida, incrustados firmemente a las emociones que los acompañaron. Por ellos, unos padres "creadores de recuerdos" hermosos, están dando a su hijo o hija materia prima para futuras emociones preciosas, expectativas más positivas y realistas de la vida y una tendencia a ser confiado/a y confiable. Por nombrar algunos de los beneficios de tener recuerdos bonitos y felices. Por ello y resumiendo, creo que los papás y mamás tienen una poderosa capacidad transformadora y sanadora de sus hijos/as.
No obstante, sería una irresponsabilidad y una necedad afirmar que son una beneficiosa influencia, y negar que también tengan el mismo poder para generar trauma y debilitar el desarrollo. Por ello, conviene conocer algunas de las prácticas más nocivas (aunque no por ello infrecuentes) en el desarrollo del niño o la niña. Es muy desalentador y preocupante observar que una buena parte de estas "malas prácticas" se dan en el contexto de una separación conyugal.
En primer lugar, cualquier parentalidad en un proceso de separación es conflictiva. Hay una sistema familiar disgregándose, cambios a menudo muy dolorosos, duelos y adaptaciones para las que nos se está necesariamente preparado. El rol tanto de padres como de madres cambia, los espacios ya no son los mismos y las tradiciones y rutinas se tienen que amoldar a la nueva realidad. Dependiendo de si ambos comparten o no custodia, se puede dar una sensación de "distanciamiento" con uno de los progenitores, y en cualquier caso, el tiempo se divide y la cotidianidad se rompe. Se tiende a "regañar" menos al niño o niña o a sobrecompensarle, para aliviar su sufrimiento por los cambios y pérdidas, y también por sensaciones de culpa. Hasta aquí todo normal y adaptativo. La parte tóxica a evitar a continuación:
Desconfiar sistemáticamente en el otro. En un estudio sobre la separación en hombres y mujeres (Féres-Carneiro, 2003), se verifica una diferencia entre la mirada femenina y la mirada masculina sobre los niños luego de la separación. Mientras que los padres consideran que sus niños “andan mal”, las madres perciben que ese niño están “andando bien”. Esta diferencia de percepción entre hombres y mujeres parece marcada por el hecho de que en todos los casos estudiados los niños permanecen con su madre. Alejados de la vida cotidiana o de sus niños, los hombres sufren más por esta ausencia y tienden a proyectar su sufrimiento en sus hijos quienes ciertamente también sufren la ausencia de sus padres. Cuando la custodia es compartida, es fácil advertir que la desconfianza es mutua, tendiendo a juzgar con más dureza las decisiones del otro progenitor que cuando tenía las mismas actitudes viviendo aún en pareja. Por lo general, se tiende a ver con malos ojos las decisiones que toma el otro en materia de educación, y esto al final repercute en la relación de autoridad y en las bases de seguridad del niño o niña.
No reunirse para hablar de cosas del o los niños /niñas. A veces se dan por hecho demasiados sobreentendidos como si fueran normales, cuando en realidad no lo son. Los padres de una familia tienen que hablar y ponerse de acuerdo en la educación de sus hijos, con un mínimo de consenso explícito. Es uno de los deberes fundamentales de la paternidad y pasarlo por alto dará lugar malos entendidos, crisis de autoridad y diversa índole de problemas emocionales en el/la menor, derivados de crecer sin un marco contradictorio, sin un atisbo claro de seguridad.
Olvidar que el/la niño/a tiene más familia que los progenitores. Abuelos/as, tíos/as, primos/as, amigos/as de la familia... toda la vida familiar enriquece el desarrollo del/la menor, siendo de vital importancia en los procesos de cambio.
Creer que los/as hijos/as son posesiones. Tus hijos/as no son tuyos. Tienes una responsabilidad para con ellos/as, lo cual dista mucho de que sean de tu propiedad. De hecho, estaría menos errado decir que eres tú quien les pertenece. Bromas aparte, olvidamos a menudo esta obviedad, creyendo que podemos tomar decisiones en caliente que pueden perjudicar a los/las niños/as, y que estamos en nuestro derecho por ser sus padres /madres. Recuerda que el Estado te ha transferido la responsabilidad de cuidar, proteger y educar a los/as ciudadanos/as del futuro, pero si no cumples tu misión o lo haces con negligencia, podrá reclamar sin duda su hegemonía sobre ellos/as. No sugiero que esto pueda pasar en tu caso ni a la ligera; solo llamo tu atención sobre le hecho de que hasta ese punto "los/as hijos/as no son nuestros/as;" hasta el punto de que podemos perder su custodia.
Hablar mal de la ex-pareja o su familia.
Para que puedas hacerte una idea de cómo abordar la parentalidad desde una perspectiva más constructiva, imagina que tú y tu ex-pareja sois como dos compañeros de trabajo que ni son amigos, ni se llevan bien, pero que, sin embargo, juntos hacen muy buen equipo y consiguen muchas ventas, más que por separado, Pues esta es la idea que debe prevalecer; aunque ya no sea tu pareja, es tu compañero/a de parentalidad, y solo unidos/as, cómplices y haciendo equipo, podéis proporcionar al/la menor todo lo que necesita y merece.
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